Debate

BIOÉTICA Y REPRODUCCIÓN ASISTIDA HUMANA

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Carmen Ochoa.
Clínica Euskalduna, Bilbao

Publicado en la revista 11 de diciembre de 2006.

En esta ocasión queremos comenzar agradeciendo la alta participación de nuestros socios/as en este Debate tan apasionante sobre "La ética en los tratamientos de Reproducción Asistida". Esperamos que en los siguientes números todos os vayáis animando a colaborar.

Resulta difícil hablar de ética, máxime cuando no hemos recibido en nuestras formaciones universitarias ninguna sobre como estructuramos los juicios éticos.
En ocasiones, durante algunas conversaciones, he escuchado que no es necesario formarse en estos conceptos, dado que el sentido común y la honradez profesional son suficientes para resolver de manera exitosa la gran mayoría de las dudas éticas que se nos puedan plantear en nuestro quehacer diario. La verdad es que discrepo, cuando menos parcialmente de esta idea, porque entiendo que no es suficiente. En primer lugar, el sentido común no es tan común entre los humanos, si nos referimos a su frecuencia de aparición. Y en segundo lugar, la honradez profesional no es un concepto ni universal ni homogéneo para todas las personas, y por supuesto tampoco para nosotros, profesionales de la Reproducción Humana. No es universal, porque por desgracia no todo el mundo es honrado y no es homogéneo, porque, determinados comportamientos se van permitiendo con el paso del tiempo, en función de su frecuencia de uso. Aunque, es cierto que, cuando alguien tiene sentido común y honradez, tiene mucho camino ganado.
Los acontecimientos científicos de los últimos años nos obligan a tener que posicionarnos ante situaciones que además de responder a fundamentos jurídicos, deben hacerlo a fundamentos éticos.
Es fácil pensar que aquello que nos atañe directamente a nosotros debemos resolverlo sólo nosotros. Pero esto, produce inevitablemente una respuesta sesgada de dicha situación. Es fácil pensar que el límite ante la permisividad o no de un procedimiento está dentro de los articulados de las normas legales. No existen normas éticas escritas a modo de leyes de obligado cumplimiento: eso sería fácil de cumplir…o de incumplir. Necesitamos aprender cómo se estructura el razonamiento ético y cómo deliberar sobre lo que se debe y no se debe hacer, argumentando, escuchando, incorporando otros puntos de vista. Necesitamos saber qué partes deben estar razonablemente implicadas. Necesitamos saber qué y a quién podemos preguntar.
Hacemos juicios éticos cotidianamente y decidimos actuar según ellos: qué está bien, qué está mal, qué es lo bueno para mi, qué es lo correcto en este caso, qué dice la ley al respecto, cómo actúan mis colegas, etc. Sin embargo, nos resultaría muy difícil exponer en qué fundamentamos nuestras decisiones y qué método utilizamos para llegar a ellas. Esto es el trasunto de la actual bioética: ¡de esto va!
Nuestra sociedad avanza científica y tecnológicamente a gran velocidad. Mientras no se nos generen nuevos problemas nuestro hábito de tomar decisiones continuamente, junto a las normas jurídicas y a nuestra experiencia acumulada son herramientas suficientes. Pero cuando en este continuo devenir de conocimientos y técnicas se generan nuevos problemas morales – ¿qué debemos hacer? ¿qué es lo bueno? ¿qué es lo correcto?- ¿no deberíamos estar mejor preparados para afrontar nuestras responsabilidades? Cada vez será mas frecuente acudir a los Comités de Ética y será más frecuente participar en ellos, pero su existencia no supondrá una exención en nuestra responsabilidad formativa, sino todo lo contrario, nos exigirá un mayor grado de conocimientos sobre la ética en el comportamiento humano.
En palabras de la Dra. Mabel Marijuan, profesora de bioética de la universidad del País Vasco (UPV), relacionando el Derecho con la bioética en la Reproducción Asistida, me comentaba que el derecho, en una sociedad democrática, nace de la ética intersubjetiva. De aquello que como ciudadanos hemos decidido convertir en ley, con la intención de dejar bajo el amparo del estado de derecho a todos. Surgiendo así los derechos y deberes. Transformándose en generalización social lo que consideramos aceptable y en prohibición lo que consideramos inaceptable.
En el caso de la Reproducción Asistida este mismo razonamiento a veces se basa más en “temores imprecisos” que en pruebas o razonamientos, de ahí la necesidad de que los profesionales nos involucremos con la intención de disipar temores, argumentando beneficios para las personas sin ocultar nunca los riesgos.
Cuando aparece una nueva posibilidad técnica y hay candidatos a optar por ella, debemos pensar, deliberar las consecuencias para toda la sociedad y si esto genera posibilidades de vidas más plenas o por el contrario generará nuevas esclavitudes. Cuando, dentro de las inevitables incertidumbres humanas, se pueda argumentar.
El paso siguiente será, sin duda, convertirlo en norma… hasta la próxima vuelta de tuerca de la tecnología, en la que todo volvería a empezar.
Lo que nos obliga a los profesionales de la Reproducción Asistida a aprender de las conclusiones de la deliberación ética, no sólo para hacer bien nuestro trabajo, sino para mejorar la vida de los ciudadanos, desde el lugar que nos ocupa.

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