Debate

FIV versus ICSI ¿SE USAN DE MANERA RACIONAL?

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Carmen Ochoa
Clínica Euskalduna, Bilbao

Publicado en la revista 12 de junio de 2007.

A principio de la década de los 80, cuando en nuestro país se comenzó a trabajar en Fecundación In Vitro (FIV), los grupos que a ello nos dedicábamos íbamos ampliando la indicación originaria de obstrucción tubárica con la intención de dar solución a los problemas de esterilidad que presentaban “nuestras” parejas.

La Fecundación In Vitro, conseguía solucionar muchos déficits reproductivos y consiguió que muchas parejas tuvieran hijos genéticamente propios en situaciones que en otro momento no hubiera sido posible. Pero no todo era solucionable.

Los defectos de fecundación comenzaron siendo uno de los problemas que ocurrían con una relativa frecuencia, sobre todo cuando ampliamos la indicación del procedimiento al factor masculino. Surgieron todos los estudios y test, que intentaban relacionar los datos del seminograma con la probabilidad de conseguir fecundación de los ovocitos inseminados en una FIV, intentamos saber si era la motilidad, la morfología o el recuento espermático, el dato que tenía un valor más futurible respecto a este resultado. Surgieron los test que intentaban valorar la fisiología espermática y su capacidad de fecundación, como fueron el test de Hamster, el HOS test, el test de fecundación de los ovocitos humanos no vivos e incluso la FIV fue considerada como un test en sí misma, en realidad intentábamos valorar la interacción ovocito–espermatozoide, con la intención de dar un dato pronóstico al ciclo de FIV.

En 1992, Palermo et al., publicaban en la revista “THE LANCET” el primer embarazo, gemelar, que se consiguió tras inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI) en un óvulo. Este hecho supuso un importantísimo avance a uno de los problemas que venían aconteciendo en los tratamientos de reproducción asistida, como eran los defectos de fecundación en la FIV. Prácticamente ya no existían fracasos de fecundación, podíamos hablar de que la técnica conseguía que más que el 90% de las parejas que se sometían a un ciclo de ICSI tuvieran algún tipo de transferencia de embriones, y se la atribuían tasas de fecundación de alrededor del 66%.

Al hilo de los conocimientos que nos aportó la ICSI y de sus posibilidades terapéuticas, fueron publicados, en 1995 por Silver et al., los resultados que proporcionaba la técnica en el caso de las azoospermias tanto obstructivas como secretoras, obteniéndose los espermatozoides del testículo y/o del epidídimo, en relación a las tasas de fecundación y a las posibilidades de embarazo. Habiendo demostrado previamente (Silver et al., 1994) que la ICSI proporcionaba mayor tasa de fecundación que la FIV, en este colectivo de pacientes.

Nadie puede poner en duda lo que aportó la ICSI a la esterilidad de la pareja en general, y al factor masculino en particular. Nadie puede dejar de indicar una ICSI ante un diagnóstico de presencia de anticuerpos antiespermatozoides, de azoospermia, de oligo-asteno-teratozoospermia etc. Pero no tiene porqué ser una técnica que eclipse a la FIV convencional: cada una tiene sus indicaciones.

No debemos olvidar que la ICSI no consigue más tasa de niño en casa que la FIV, ni tampoco consigue más tasa de fecundación cuando extrapolamos esta técnica a la generalidad de parejas que necesitan un tratamiento de reproducción asistida, ni tampoco consigue un mayor número de transferencias frente a la FIV… si esta última está bien indicada.

Los datos de nuestro grupo en cuanto a tasa de fecundación en la FIV, siempre en parejas cuidadosamente diagnosticadas y por tanto seleccionadas, frente a los datos de fecundación en ICSI son muy parecidos (77% versus 82 %), diferencia que desaparece entre ambos resultados cuando la tasa de fecundación en FIV la calculamos respecto al número de ovocitos en MII, como se hace en la ICSI, en lugar de frente al total de ovocitos inseminados. Lo mismo ocurre cuando valoramos los defectos de fecundación que ocasionan no transferencia de embriones, siendo en la primera técnica del 2,5% y del 2,1% en la segunda, diferencias que no fueron estadísticamente significativas.

Y por último, la tasa de embarazo por transferencia, según los datos publicados por la SEF en el registro de 2003 son también muy parecidos (36,8% versus 36,1%).

A la vista de lo expuesto cada grupo podrá utilizar la técnica que se adapte más a su estructura de trabajo o su criterio personal, pero lo que no se puede es usar la ICSI disminuyendo la valía de la FIV, no en base a los actuales resultados que aportan ambas técnicas.

No olvidemos un principio médico y biosanitario fundamental que dice: “primero diagnosticar y después tratar y siempre hacerlo de menos a más”.

Referencias

Palermo G., Joris H., Devroey P., Van Steirteghem AC. Pregnancies after intracytoplasmatic injection of single spermatozoon into an oocyte. Lancet 1992; 340:17-8.
Registro SEF 2003:Estudio SEF. Registro FIV-ICSI de la Sociedad Española de Fertilidad. Año 2003.
Silver SJ., Nagy Z., Liu J., Godoy H., Devroey P., Van Steirteghem AC. Conventional IVF versus ICSI for patients requiring microsurgical sperm aspiration. Hum.Reprod 1994; 9:1705-09
Silver S., Van Steirteghem AC., Liu J., Nagy Z., Tournaye H. , Devroey P. High fertilization and pregnancy rates after ICSI with spermatozoa obtained from testicle biopsy. Hum.Reprod 1995;10:148-52.

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